No lo mismo dos veces
Por Pepe Contreras:
20 de junio de 2025
Todo buen estudiante de física conoce el principio de impenetrabilidad que formula la imposibilidad de que dos cuerpos habiten el mismo espacio al mismo tiempo (hablando siempre en la física clásica claro), ¿Acaso intuye lo mismo un estudiante de sociología con respecto a los fenómenos políticos? ¿Pueden habitar, coexistir, en espacio-tiempo expresiones que pujan representatividad en los mismos sujetos? ¿Pueden expresiones semánticamente similares, aunque ideológicamente diversas acaparar representatividades en forma independiente?
Las experiencias recientes en el mundo, un poco la polarización, quiza otro poco la post-pandemia, otro poco cierto aislamiento social, o vivir enganchado en redes sociales; todo esto sumado al evento disparador: un descontento generalizado por las democracias que no resuelven los problemas del ciudadano, a los que los representados miran mas como estorbo que como hacedores de la vida en sociedad, un hartazgo del status-quo, de la casta.
Una fenomenología del bizarrismo sumo a la ecuación auges de sujetos despeinados, decir virtualmente una verdad cruda sin importar las buenas maneras, insultar libremente una gran necesidad para los descreídos de todo. Votar al loco para que destruya lo viejo, lo vetusto.
Mas precisamente en Argentina (porque acá los sujetos despeinados son ligeramente distintos) este nuevo espacio bizarro vino a competir (no ideológicamente) pero si desde una discursividad agresiva y desafiante con los espacios que naturalmente cuestionaban status-quo y los establishments, vino a plantear una nueva diatriba ahora los establishments son los estados, el gasto ‘innecesario’ de dinero. Ya no es responsable del mal estado de las economías populares las concentraciones de capital si no las malas administraciones de las castas, en un juego de elige tu propio enemigo el desgaste de discursos hizo virar el barco hacia el otro lado. Hasta aquí lo harto sabido.
Esta discursividad vino quiza a reemplazar, con la misma fuerza que anteriores experiencias, a un poder acomodado, a decirnos que el verdadero poder acomodado es la política en vez de las corporaciones (conclusión aparte sacará el lector de cuál es su diatriba favorita), pero parece haber similitudes discursivas, de épica de los discursos de generar un enemigo común. Estas dos posturas opuestas en algún punto tienen en contacto esta manera de ser efusivo, de molestar e incomodar, de quiza pasar la barrera y molestar adrede, provocar, dejar de actuar ‘del modo correcto’ para pasar a un ámbito donde la incorrección está permitida para derribar al enemigo. Para explicitar aquí lo evidente con nombre y apellido argentino claro y dejarnos de eufemismos, estamos hablando nada más y nada menos que el lugar vacio que dejo la épica Peronista luego de su último gobierno de tintes moderados devenido en fracaso (cada lector aquí hará su consabida interpretación de las causas del fracaso) la tomo el libertario despeinado Javier Milei.
En esta historia parece haber un claro perdedor que es la moderación un camino hacia lo apolíneo y aburrido que parece no conmover a las juventudes, las experiencias de derecha de ‘supuestos’ buenos modales de Mauricio Macri o la proliferación de candidatos amigos de todos (léase Alberto Fernandez) en busca de cerrar una grieta parecen haber fracasado en tiempos de clickbait y de discursos de X encendidos, pareciera que hay que ir por todo en cualquier dirección que uno se quiera mover.
Mientras el experimento anti-estado con efusiva discursividad que hace emocionar a jóvenes descreídos, de un dormido letargo parece despertar una nueva (vieja) discursividad; una espera del momento idóneo, quiza una estratégica espera. Todo esto o una torpeza letal, un movimiento torpe en el tablero, pensar que era jaque mate, la última maniobra para el destierro más esperado, el clavo en el cajón, estamos hablando claro de la condena a CFK. Pero en vez de cerrar el cajón parece haberse abierto la caja, y donde parece residir el mayor desconcierto es en la reinterpretación del espacio, de las palabras, de la irreverencia, de las ideas de libertad.
¿Y ahora quien es el status-quo? ¿Quién es el rebelde? ¿De quién son las lágrimas?
El camino central de la cordura impoluta se disolvió lentamente, en un vaivén de imágenes en tiempos de redes sociales altamente polarizadas, en la vida hay que elegir fraseaba un no tan viejo lema de la política. Lejos de buscar intentos de reconciliación con sus históricos antagónicos los espacios se vuelven altamente endogámicos, pero no por ello con menor capacidad de cooptar nuevos miembros. ¿Y si esta endogamia es nueva mayoría? Entonces será una endogamia popular, hasta cierto punto con dificultad de hablarse con una minoría intensa, pero lo suficientemente amplia para demarcar el territorio.
Pero como queda el rebelde anterior, el rompe status-quo, cuando un nuevo actor emerge con potencia discursiva a su par. Como sostiene su papel leonino de bestia fatal, cuando usa mecanismos tradicionales de represión, cuando se comienza a desgastar su discurso por darse de creces con la realidad.
Todo está por verse, pero este autor como el estudiante de física opina que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio.